Mensajes
En esta publicación, quiero hacer una reflexión sobre diversos términos y mensajes que en ciertas ocasiones leo o escucho, tomando algunos ejemplos concretos. Dicen que perdonar alivia el alma, y que estar enfadado con alguien por largos periodos de tiempo no es bueno. De hecho, se le atribuye a Nelson Mandela la frase: enfadarte con alguien, es como beber veneno y esperar que la otra persona sufra las consecuencias.
Cuando perdonamos, realmente ese perdón no recae sobre la persona en sí, sino sobre la acción que ha llevado a cabo (similar a que se castiga la acción que comete el niño, no al niño). Puede darse la circunstancia de que esa persona no sea de nuestro agrado. Hay que tener en cuenta que no por perdonar su acción, ya tenemos que suponer que a partir de ese momento ya nos vamos a hacer amigos inseparables.
A la vista de esto, parece ser que funcionalmente, el perdón tiene un efecto de alivio en nosotros mismos al eliminar esa rumia o esas emociones negativas. Y si es así, perdona esa acción (recuerda que es la acción, tu idea sobre esa persona no tiene porque verse modificada). Pero si tu vida es tranquila, tu conciencia esta en calma, y no precisas realmente tener que dar ese perdón quizá tampoco sea tan necesario.
No siempre los mensajes “positivos” tienen la verdad. Lo que es importante para ti, lo que le da sentido a tu vida, puede que no esté escrito en un libro, y seguramente menos en una frase.
Términos
A la hora de hablar de psicología, habría que distinguir entre lo que se conoce como psicología popular, que quien más quien menos la practica en su vida cotidiana bien sea en casa, en el trabajo o tomando un café en compañía, de la psicología científica, clínica, profesional.
En ocasiones, en la primera, se pueden dar explicaciones sobre comportamientos, que a la hora de practicar la psicología profesional deberíamos obviar por no ser realmente explicaciones de una conducta o una problemática, sino más bien simples descripciones, y a veces circulares.
Tomemos como ejemplo, valdrían otros muchos, el término de autoestima. En la calle, ante determinados comportamientos, puede comentarse de forma más popular: Tiene baja/alta autoestima y por eso hace lo que hace. Y de esta manera parece que estamos dando una buena explicación. No realiza determinadas actividades porque no se cree competente y por ello tiene baja autoestima. Y luego se añade que como tiene baja autoestima, no realiza dichas actividades. Y ahí se queda.
Desde un punto de vista profesional hay que ir más allá de esa posible explicación circular. ¿No realiza esas actividades porque tiene baja autoestima? ¿Qué función cumple el no realizar esas actividades, más allá del término de la autoestima? ¿Algo en la historia de aprendizaje del cliente ha potenciado que no es reforzante hacerlas? Es más ¿obtiene algún beneficio por no hacerlas?. Quizá no las lleve a cabo porque otras actividades no le han salido bien en el pasado, ha obtenido por tanto un consecuencia negativa, y ahora ante esa perspectiva evita realizar nuevas actividades para no recibir dicha consecuencia. No sería preciso recurrir a términos difíciles de operativizar como la autoestima que al final de poco nos van a servir en consulta. Recalco que lo he tomado como ejemplo, habría más, como el no acercarte a hablar con nadie porque eres tímido, y ser tímido hace que no te acerques a hablar con nadie. Habría que ver más allá de esa persona tímida, qué contingencia existen asociadas a no hablar con nadie.
Profundizar, analizar. No debemos quedar en una simple descripción, sino llegar más allá, a la explicación. Ello será lo que nos permita modificar la conducta para abordar la problemática que se nos presente. Siempre, por supuesto, guiándonos por los valores del propio cliente.
El ser humano
¿Y si el ser humano es solo lo que vemos, sin haber nada más escondido en sitios místicos? Viene un poco al hilo sobre lo anterior y las explicaciones “pseudopsicomágicas”.
Si hiciéramos un análisis de esas conductas y explicaciones que en ocasiones todos los seres humanos tenemos, bien podrían ser una respuesta evitativa ante una situación que genera malestar. Me explico. Nacemos, vivimos y morimos. Y parece ser, según comenta la ciencia, que somos los únicos seres del planeta que son conscientes de ello. Especialmente lo de “morimos”. Lógicamente ese conocimiento genera un malestar, y ¿qué hacemos para evitarlo? Pensamos que somos algo más, que después de ese morir habrá algo. Ideamos dioses, alma, espíritu,… Tratamos de darle un sentido para intentar disminuir ese malestar.
Desde dicho análisis, esa evitación va a funcionar como un refuerzo negativo que mantendrá ese patrón conductual que terminará siendo automático. Y todo ello está muy bien, y a la vez es muy humano. Sigue un patrón a nivel humanidad muy lógico ante eventos desagradables (siempre he dicho que si no existiera la religión, habría que crearla). Pensar en la existencia de que hay algo más nos alivia.
Pero, y sigo con una opinión muy personal, ¿y si todo fuera mucho más simple de lo que nuestra mente piensa? ¿Y si la respuesta a esas preguntas fuera que no existen dichas preguntas, que lo que se ve es realmente todo lo que hay? Quizá en esa simpleza, entendida no de forma despectiva, estaría la clave para que el ser humano viva de una forma más plena.
Complicado plasmar en palabras esa idea que me ronda. Una aceptación radical de nuestra condición humana, y a partir de ahí ya trabajar en aquello que surja en terapia. Porque esa evitación de la que hablaba a nivel humanidad, puede estar influyendo tanto al cliente como al propio terapeuta. Y por ende, a la sesión y a lo que en ella se pueda tratar. Aunque sea de forma indirecta.
Mensajes positivos, términos descriptivos (que no explicativos) y búsqueda en explicaciones cuasimísticas, puede en ocasiones servirnos para aliviar el malestar asociado a la vida, ese sufrimiento que es inherente a estar vivos. Pero ello es posible que no nos acerque a lo que tiene significado para nosotros, a lo que le da un sentido a nuestra vida como ser individual.