Retomando una publicación anterior sobre el castigo, querría hoy recalcar algo que ya Skinner en el siglo pasado afirmaba en su libro “Ciencia y conducta humana”.
Como todos más o menos tenemos en mente, el castigo sirve para que una conducta deje de producirse. Hacemos contingente la conducta a extinguir con una consecuencia desagradable, con la intención de que se asocie dicha relación y esa conducta desaparezca. Aplicable tanto a niños como a adolescentes como a adultos y en múltiples ámbitos (azotes, prohibición de salir de fiesta, multas, cárcel, infierno…).
Si analizamos funcionalmente el proceso, vemos que cumple con la función que se le atribuye, por lo menos de forma inmediata a corto plazo. A largo plazo parece que dicha función no es tan notable. Como Skinner explica en el libro, ciertos estudios mostraron que al ir retirando el castigo, la conducta inapropiada volvía a surgir. Por lo tanto, parece que el aprendizaje realmente no se daba.
En ocasiones la conducta a extinguir no se lleva a cabo porque el castigo plantea una conducta incompatible con la primera. Si un niño salta de cama en cama y le castigo en el sofá, le impongo una conducta incompatible con el saltar. Si alguien en una iglesia se está riendo fuertemente y los demás le increpan, pueden generar vergüenza en él, incompatible con la alegría de la risa.
Un efecto también a tener en cuenta es que, en ocasiones posteriores, a la hora de realizar la conducta castigada se iniciará en el sujeto una respuesta condicionada aversiva, la cual se eliminará si se llevan a cabo conductas incompatibles, quedando posiblemente reforzadas estas incompatibles frente a la conducta castigada. De esta forma el sujeto reprimiría su conducta y por lo tanto a efectos observacionales efectivamente ya no se llevaría a cabo presentando un aprendizaje, pero ¿habría habido realmente ese aprendizaje? A base de evitar la conducta indeseada realizando la conducta incompatible, esta segunda cada vez estaría menos reforzada, y en algún momento volvería a llevarse a cabo la primera. Y aquí empezaría de nuevo el ciclo, en el cual, si no llega el castigo (por el motivo que sea), la conducta indeseada surgirá de nuevo con toda su intensidad.
Quizá sea este uno de los motivos por los que el castigo no es el mejor sistema de enseñar. Y ya esto está escrito desde los años 50 del siglo pasado en el libro citado al principio, Ciencia y conducta humana de Skinner.